dimarts, 29 de juny del 2010

La colección


"Más de mil historias cuentan, y en silencio todas ellas... "


Pasaría una eternidad antes de que comprendiese aquellas palabras escritas cada una de ellas a pluma en aquel libro donde todo eran mitos y leyendas. Lo cierto es que no las llegué a comprender jamás.


La pesadilla empezó a atormentarme aquel 2 de Mayo, sí creo que esa era la fecha exacta, 2 de Mayo. Fue aquel día cuando la conocí. La gente decía que esa vieja mujer había perdido la cordura hacía ya bastantes años, y lo cierto es que siempre estaba recitando poesías, no hacía otra cosa que recitar. Todas ellas hablaban de la muerte y de historias extrañas, debían datar la época en que Goya pintaba aquellos cuadros tétricos y lúgubres, en plena decadencia. Lo cierto es que era una mujer con aspecto un poco desaliñado, y además, acompañada de su mercado ambulante le daba un aspecto todavía más desaliñado, aunque, para ser tan mayor aquella mujer era bellísima, sus ojos, su mirada parecía producto de un hechizo maravilloso.


Aquella coleccionista de relojes extraordinarios marcó un antes y un después en mi vida, en nuestras vidas. Nadie le compraba nunca ningún reloj y la verdad era que todos ellos eran reliquias, desde sus comienzos más remotos.

Aquella mañana no me acerqué a mirarlos, tenía mucha prisa, llegaba tarde a la cafetería de la avenida, me estaba esperando Carlos, mi mejor amigo. Todo hay que decirlo, Ourense por las mañanas era lo inimaginable, cruzar la avenida era un suplicio de la cantidad de gente que paseaba todos los sábados. Cuando por fin conseguí llegar, vi a Carlos, sentado en la esquina de la cafetería, donde siempre nos sentábamos, sorbiendo un café ardiendo. Se notaba porque el humo que desprendía se veía desde lejos. Tenía la mirada fija en una de las ventanas de la cafetería, estaba pálido. Jamás había visto a Carlos de esa manera.


Me contó que había conocido a una chica bellísima, pero aún seguía sin saber el motivo de su palidez. Siguió contando, acerca de un sueño que había tenido, me contó que se le apareció la mismísima muerte, y que aquellos sueños repetitivos habían surgido a raíz de conocer a Rosa, así es como se llamaba la chica. Estaba muy asustado, con la voz temblorosa, y de vez en cuando una lágrima invadía sus mejillas.


Lo había escuchado todo detenidamente, pero no conseguía comprender lo que me quería contar verdaderamente. Ambos éramos gallegos, y estábamos acostumbrados a que la gente nos contara leyendas y extraños mitos para no dormir cuando éramos pequeños. De hecho, nunca les teníamos miedo, siempre nos reíamos y seguíamos inventando historias para asustar a los vecinos. Pero esa vez, cuando vi el rostro pálido de mi amigo, sabía que esa vez no estaba de broma.

Ya estaba mas tranquilo, por lo que siguió contándome el sueño. En él se le aparecía la muerte, pero no el típico saco de huesos vestido de negro que sale en todas las películas señalándote con su puntiaguda mano, en su sueño la muerte era una mujer bella vestida con una sábana blanquísima, casi transparente, que anunciaba su muerte para un día de luna llena, un día de principios de Mayo, y además aquella bella muerte era igual que Rosa.


Yo pensé que debería estar obsesionado por aquella muchacha de la que no dejaba de hablar, así que no le di la menor importancia, y consolándolo conseguí que se tranquilizara. Aun así él seguía creyendo que la muerte le perseguía con un reloj en la mano esperando la hora de su muerte.

Volví a casa por la misma avenida, pero a esa hora las calles estaban más solitarias porque la hora de comer estaba al caer. Aquella coleccionista de relojes extraordinarios seguía sentada al lado del tablón de los relojes expuestos, recitando poesías, decía así: “ un sueño sonaba anoche, sueño del alma mía, sonaba con mis amores, en mis brazos los tenía, o no eran tan amores, quizás él la quería...”. La anciana mujer no se dio cuenta pero se le debió caer un libro el cual yo guardé sin ser visto.

Aquella noche, salió la luna llena , las calles estaban más solitarias que nunca, incluso ya se oían a los búhos. Aquel ruido era espeluznante, así que decidí coger el libro que me encontré esa misma mañana, que debió ser de la bella anciana. Solo me dio tiempo a leer la contraportada porque me dormí a los dos segundos. Era una caligrafía extraordinaria, ponía Rosa.

A la mañana siguiente me desperté con el sonido del teléfono, era la madre de Carlos. Había desaparecido, esa noche no había ido a dormir a casa.
Me desperté un poco angustiado, aquella noche había sido muy extraña, soñé varias cosas, pero de lo único que me acordaba era del sonido de un reloj que no me dejaba casi dormir.

En ese momento recordé que la noche anterior no terminé de leer el pequeño libro de la anciana, pero tenia que salir a buscar a Carlos, me tenia muy preocupado.
Aquel “tic tac” volvió a mi cabeza, era un ruido desesperante. Quise abrir la puerta, pero no había nada detrás de esta, eran todo mecanismos de relojes, no había ninguna salida, no veía la calle, tampoco por las ventanas.


Pensaba que estaba soñando así que me di tal pellizco que el libro que aun sostenían mis manos cayó al suelo. Me di cuenta de que no estaba soñando. ¿Que me estaba pasando?. Comencé de nuevo a leer el libro que tantos problemas me estaba dando, y cuando pasé dos o tres páginas, vi escrito con una caligrafía extraordinaria, toda ella escrita a pluma: “Un sueño soñaba anoche, sueño del alma mía, soñaba con mis amores, que en mis brazos los tenia, o no eran tan amores, quizás él me quería...” “Más de mil historias cuentan, y en silencio todas ellas...” “Mi encanto permanece, aunque pasen los siglos, y mis amores permanecen conmigo...”.

En ese momento me di cuenta de que me había convertido en uno de los tantos relojes que Rosa coleccionaba. Había muerto en vida, lo mismo que le había pasado a Carlos y a tantos de los hombres seducidos por los encantos de la misteriosa coleccionista de relojes extraordinarios.
S.Fdez "Sempre Natural"