dissabte, 23 de gener del 2016

Sabor a nada

"Meriendo algunas tardes.
No todas tienen pulpa comestible.
Si estoy en la ciudad,
meriendo tarde a secas.
Mastico lentamente los minutos,
tras haberles quitado las espinas.
Y cuando se me acaban,
me voy rumiando sombras,
rememorando el tiempo devorado,
con un acre sabor a nada en la garganta." 
A. G.  

Llevo varios largos meses en una lucha contra el tiempo, y la sensación es la misma a la de estar enferma. A veces, cuando tenemos que demostrar lo que somos, lo que queremos en la vida, lo mucho que queremos a alguien, nos quedamos mudos. Por miedo a lo que pueda pasar, por miedo al dolor, a que tus palabras sean disparadas por antónimos. 
Inmóvil, sin mediar palabra, suspendida en el tiempo es como he llegado esta noche a mi casa. La tarde me ha merendado a mi. Andando de cabeza, pensando con los pies. Sin encontrar el tacto con las manos. Sin ya corazón. Sin más que yo. De mi sin ti. Qué será. 

Terminando el primer mes de un "próspero" año nuevo, me pregunto si esto me servirá de algo para acabarlo algo mejor de lo que lo empecé, de lo que empecé y acabé el anterior. Quizás la vida tenga razón y esta vez me haya puesto en mi sitio; quizás debería haber tenido más valor, o quizás no debería echarme tanta culpa encima. A penas puedo ya con el peso. 

Mientras escribo estas líneas, que retomo después de dos años sin escribir, me tiendo en la cama. Creo que tengo fiebre. Con la puerta cerrada, medio desnuda de cintura para abajo, a pesar del invierno; y con el reloj de arena, también desnudo, pero de cintura para arriba. 

Sin más espera ya que la de cerdos voladores.

Si de algo nos sirvió la música que compartimos fue para comprender que a veces "pensamos en voz alta", que "podemos ser héroes por un día", que "nunca serás capaz de odiarme", que "todo arde si le aplicas la chispa adecuada", que "que alegría más tonta" que siempre "solíamos esperar". Las vuelvo a escuchar todas. Por favor, no mueras. 

Y entonces... pienso que todo nuestro universo está de los ojos para adentro; y entonces... otra vez, me sangran lágrimas; y entonces... por fin, me atrevo sin pesadillas, cierro los ojos, y duermo, en silencio, "con un acre sabor a nada en la garganta."