dimecres, 12 d’octubre del 2011

Porque a veces, las horas sirven para sentarse y poder pensar.


Estuve como quien dice un año mirando aquella hoja de papel en blanco.

El tiempo pasaba, vivía deprisa, y mi pluma seguía sin tinta, mi cabeza sin memoria, sin conciencia, y la hoja en blanco que sostenían mis manos se apropió de un tono amarillento propio de una foto antigua.

No encontraba razones para escribir, ni tiempo, ni ganas. Comenzaba a preocuparme. ¿Sería posible perder de un día para otro las mínimas nociones de escritura que habitaban en mi mente? Es por ello que a partir de ese día, decidí emplear todo el tiempo que tenía, y presté más atención a la reflexión. Pareció funcionar, solo debía ejercitar mi imaginación y mi mente, debía observar, ver, opinar... más bien debía ejercitar mis cinco (o seis) sentidos...

Es eso lo que he estado haciendo todo este tiempo: pensar. Y ahora, si el tiempo y ustedes me lo permiten, dedicaré un minuto a mi pluma.