José Luis Sampedro explicaba en uno de sus libros que "el arte es mucho más que la técnica. La técnica se puede enseñar, es esencialmente racional, pero, el conseguir una obra de arte requiere algo distinto, algo que constituye el secreto de la vida, lo no transmisible de la vida".
Aprender a leer. Es lo primero que nos enseñan en la escuela. Nos enseñan a juntar todas y cada una de las letras para después emitir un sonido y a su vez un significado. Después enlazamos palabras, y una vez aprendido eso, parece que ya lo hemos aprendido todo.
En la escuela enseñan a leer, pero no el arte de leer. Sin embargo, no hay regla sin excepción. En el colegio tuve un profesor que convirtió el mundo de la literatura -hasta ese momento un mundo al que apenas nos habíamos asomado- en orfebrería. Era magnífico, estaba hecho de una pasta especial. Y digo era porque ya no está. Se propuso enseñarnos, como decía Sampedro "el secreto de la vida". Y lo consiguió. Recuerdo como un día llenó la pizarra con tres palabras inmensas que cambiaron nuestra forma de ver las letras. "Leer por leer". Seguidamente, nos propuso que saliéramos a la pizarra a apuntar nuestras aspiraciones y motivos por los que leíamos. "Leer porque sí", "Leer por aprobar". Ninguno de esos "Leer por" tenían un significado secreto, únicamente el que hasta ahora nos habían enseñado. Ninguno.
El siguiente fragmento del articulo Un mòn que s'abandona de Enric Sòria me recuerda a mi profesor. Es como si lo hubiera escrito él. "Mire els meus estudiants. M'agraden. Sovint n'aprenc, d'ells, dels seus punts de vista, de les seues aspiracions. Són joves, tenen gràcia i energia. Accepten que llegir és una necessitat, però l'entenen como una obligació. No conceben que puga ser un plaer. Tenen al seu davan l'univers més ric i extraordinari que han inventat els humans".
Al ver que la pizarra estaba llena de palabras y vacía de significado, nuestro profesor añadió una coma a su "Leer por leer" y siguió con "no es leer". Ese momento nos abrió los ojos, y nuestras frases empezaron a cobrar vida, empezaron a tener significado. Habíamos descubierto un misterio oculto. A partir de ese día ya no leíamos por aprobar, tampoco porque sí. Empezamos a leer por placer, por aprender, por imaginar, por saber, por conocer, por experimentar, por compartir. Por un sinfín de "pores".
Se debe enseñar a generar ideas, ideas provocadas por lo que se escucha, se escribe o se lee. Por eso en las escuela se debe enseñar a leer, pero también el arte de leer. Enseñar a aprender. Se debería enseñar el misterio de la vida, a ir más allá de lo que se ve, a no conformarse, a adentrarse. En la lectura también, por supuesto. Porque "leer por leer, no es leer".

