De pequeña me apasionaban los juegos de manos, las sombras en la pared. El billete de ida en el bolsillo y la linterna en la mano. Cada noche se convertía en un viaje hacia un nuevo lugar. El número de ilusionismo. Sombras en la pared. Así podía pasarme horas y horas, hasta que mis ojos llamaban al sueño con pestañeos. Y así, la noche eterna.
Ventana abierta, empiezo a observar. Hoy la noche se vuelve a encender, pero sin linterna. Una inmensa luna
preside el ya oscuro y casi despejado cielo, y va dejando ver alguna que otra
estrella perdida en un rincón; las luces de la ciudad asoman, el frío resbala por las aceras, y no hay casi nadie por las
calles. Solo algún rezagado sin paraguas. Es a estas horas cuando reflexiono sobre la vida a veces, cuando observo y me muero de sueño, cuando escucho pasar al camión de la basura, cuando recuerdo y añoro, cuando planeo, cuando huelo el frío, tirito, cierro la ventana y me tapo con la manta; cuando sonrío y cuando lloro, cuando mi cabeza quiere hablar y mis manos escribir. El número de ilusionismo. Sombras en mi cabeza. Y así puedo pasarme las horas. Y así, de nuevo, la noche eterna.

Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada