La caminata de veinte minutos hasta la playa y la gloriosa despedida de la puesta de sol de Marsella cambió nuestra forma de ver la vida. Lo recuerdo muy bien. Tú me enseñaste a bailar y yo a ti a vislumbrar estrellas de las que solo alumbran cuando dejas de buscar. Al poco tiempo el invierno nos pisó el pié. tú volviste a Nueva York y yo volví a París. Fue entonces cuando prometimos escribirnos durante los meses que durara el frío, hasta volver a reencontrarnos en primavera.
Ayer mismo recibí tu postal desde Nueva York. En ella echabas de menos bailar sobre mi mano y me contabas sorprendido cómo conseguiste fotografiar el cielo neoyorquino plagado de estrellas. Tengo todas tus fotografías colgadas al lado de la ventana, para observarlas cada mañana al despertar.
Hoy es día de mercado en Montmartre. Hace frío, y parece que las nubes van a resbalar del cielo para cubrir París de lluvia, pero a pesar de eso, la place du Tertre es una fiesta bohemia continua. Los pinceles derrochan color en cada uno de los lienzos allí expuestos, y con tres notas y una canción sencilla, los acordeones alegran cada rincón de la plaza. Todo el mundo está invitado.
Me he sentado en una de las mesas del café de la plaza. El establecimiento se iba llenando conforme pasaban los minutos, y el calor y el humo de dentro empañaban los cristales. Me era casi imposible escribir estas líneas entre tanto gentío, así que, después de un café rápido, he vuelto a la alegría de la plaza y me he sentado en uno de sus helados bancos de piedra.
Mientras comía una fruta del mercado y saboreaba su dulzor, un anciano se ha acercado y se ha empeñado en venderme una ridícula boina. El hombre transmitía tanta ternura que no me he podido negar, y se la he comprado. Cuando se alejaba entre el gentío y la música jazz de la plaza, he mirado al frente y me he visto reflejada con mi nuevo peinado en el escaparate de la tienda de antigüedades de enfrente. Acto seguido me ha dado por reír.
No puedes imaginarte la alegría que desprende esta plaza, ojalá pudiera quedarme más tiempo, pero desde aquí se escuchan las campanas del Sacré-Cœur y eso me recuerda la hora, la hora de volver a casa. Ojalá estuvieras aquí.
Se que nos veremos pronto. Lo se porque aunque el frío pasa lento, estamos a siete pasos de la primavera. Además, te debo un baile, y por carta es imposible bailar…
Nos vemos pronto.

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