dimecres, 18 de juny del 2014

Dolió

Me llenaron la cabeza de pájaros. De esos que vuelan alto.
De los de vuelo raso y nubes blancas.
Una mano se ofreció. Me subió. Me llevó hasta ellos. "Nada tienes que temer".
Confié en llevar los ojos cerrados. Casi. Sin ver más que el azul del cielo que sobrevolábamos. Y la mano. Sin ver que, de haber caída, sería dolorosa.
Y ahí, arriba. Ahí estábamos los dos, más altos que el cielo.

Con el tiempo y la ilusión (perdida), la mano que se había ofrecido a subirme, me había dejado caer. Intenté mantenerme como pude, con el vértigo en los talones. Me quedé quieta por un momento, y observé la caída. También la mano alejándose, al foco cambiando de parecer. Y a todo el tiempo perdido.

No habían más que sombras, y el azul del cielo ya no era azul. Tampoco el blanco de las nubes. Ni tan siquiera quedaba alguna con la que poder sostenerme. Así que, fui cayendo. No dejaba de caer.

Ahora me da miedo levantar (la) cabeza.
Por si dejo de ver sombras.
Por si el cielo vuelve a ser azul.
Por si otra mano me dice ven.
En realidad, por si vuelve a aparecer la misma.
Dolió caer desde tan alto.


dilluns, 21 d’abril del 2014

Le dejó a solas.
Con el ruido de las olas.
Con el vértigo de la inmensidad.
Con el aliento del vacío que retumba en las paredes del aire.
Con la rabia y el eco del tiempo.
No pudo, ni tuvo que decir nada, porque también le dejó sin palabras, y con esta nana insomne

diumenge, 23 de març del 2014

Papel mojado

Gota a gota, con el tiempo lento y descuidado, se ha empapado el cristal. Y cada vez es más oscura la habitación. Una oscuridad que se ve, pero que también se escucha. No consigo encontrar la frecuencia exacta, tampoco en la radio. Y afuera solo se escuchan truenos, y el trajín de siempre. Siempre hay idas y venidas. 

Aquí dentro, solo distorsión y el recuerdo de alguien cogiéndome de la mano por la diagonal. La imagen es borrosa, y la memoria demasiado caprichosa. Se sucede una imagen tras otra, y todavía no logro captar si se tratan de recuerdos o de solo caprichos. Se suceden, y se entrelazan como las frecuencias de la radio de la mesita de noche, que acaba mezclando tertulias, avemarías, guitarras y música clásica. Pero solo en los días de tormenta. Es lo más parecido a una cabeza humana. A una cabeza con demasiada cabeza. 

Parece que la lluvia se vuelve mansa, como la de las noches árticas de agosto en la playa o la de los atardeceres de pies enterrados en arena fría y suave, como la de los contrastes de verano. 
Cierro los ojos. Las imágenes se vuelven nítidas. Gotas salpicando en un mar en calma. Azul, muy azul, y de recuerdo lejano, físicamente lejana. Gotas que se deslizan por el lagrimal, de las que envenenan y de las que sanan. Gotas en las pestañas. Los giros porque sí bajo la lluvia, con los dos brazos a punto de echar a volar. El giro inesperado porque alguien pronuncia tu nombre. Y antes de efectuar el giro, aun rápido e inesperado, lo nítido se vuelve negro. Negro nítido. Un trueno acaba con la imagen, la radio, la luz y lo que estoy escribiendo. 

Afuera y adentro, demasiada lluvia. Solo ruido. Y aun con la ventana cerrada, papel mojado. Necesito Sol. 

Memoria en dos. El cielo de febrero, Albacete.



dimarts, 4 de març del 2014

Sildavia

Maldita sea, qué complicado es. Ser la excepción y, con suerte, encontrar a alguien más que también lo sea. Caminar sin sentir hartura, sin que duelan los pies. Que te devuelvan una sonrisa sincera después de haberla lanzado tú. El gesto. La paciencia. 

Qué complicado es ser uno más y ser el único. Cerrar los ojos, escuchar música, y no ver nada, tampoco sentir nada; dormir y no soñar; no soñar al despertar; esperar y no angustiarse. Qué complicado es no pensar. El deseo correspondido, que se agite el pecho si tú no estás. Recordar sin sonreír o sin llorar. 

Qué complicado es no ser sensible ante el dolor ajeno. Saber articular palabra alguna en un entorno mudo. Mirar a los ojos de la gente y no perderse, si son, también, excepciones. 

Qué complicado es sacar lo bueno de los enredos; que sepa bien el mal. Y qué fácil, en ocasiones, es que sepa mal el bien, el suspiro transparente. Qué complicadas las cosas que no se entienden: el lápiz dentro del agua, su reflejo; el desasosiego; no sentir dolor al cortarse con la hoja del libro que has leído infinitas veces; que lo correcto sea, a veces, una despedida; este texto. 

Qué complicado, hacer entender a la gente las cosas que no se entienden. Y que se interesen por ellas. 
Qué complicado, hacer que no tiemble la voz de la tristeza, aparentar silencios, hablar y no estar ausente, mover las fichas a la perfección. 

Qué complicadas, las mitades que no separan. El no pender de un hilo. El tacto dormido en un enredo de piel. Los colmillos en la presa. Los abrazos por la espalda, sin puñal. El insomnio. El letargo. Las rosas sin espinas. Los lugares recónditos de la memoria. Que no pase el tiempo. Que no pase mil veces. La fragilidad del cristal. 

Qué complicado, relajar al corazón de la tormenta. 











divendres, 14 de febrer del 2014



Looking out for love

In the night so still
Oh I'll build you a kingdom
In that house on the hill
Looking out for love
Big, big love



You said that you love me
And that you always will
Oh you begged me to keep you
In that house on the hill
Looking out for love
Big, big love



I wake up alone
With it all
I wake up
But only to fall



Looking out for love
Big, big love
Just looking out for love
Big, big love

dilluns, 27 de gener del 2014

Más allá

Debería estar durmiendo. Quizás estudiando para el último examen que me tiene los ojos inyectados en sangre y el alma en vilo. Las ganas de volar. Pero, el caso es que sigo aquí, y por suerte, el motivo hoy es otro. Me ha vuelto a atrapar la literatura, el periodismo, la orfebrería de uno de mis grandes modelos a seguir: Manuel Vicent. Su sensibilidad me cautiva en todos y cada uno de sus textos. Pasión por la lectura. El no querer terminar, las ansias de empezar. Envidia por querer también plasmar toda esa sensibilidad, la que uno tiene, que no tiene todo el mundo, a través de las palabras. El poder hacerlo, el querer, el querer es poder. Creo que casi no puedo explicar lo que me transiten sus palabras, y este texto, su maravilla. 
Un "buenas noches" perfecto, y eso que desde aquí es imposible ver la luna, ni siquiera su luz. Perfecto, o casi. Quizás, a pesar de tan maravillosas palabras, siga faltando alguna más, y sea eso lo que no me deja conciliar el sueño. 
Al menos ya pestañeo, y eso es buena señal. 

Mas allá - Manuel Vicent

Según la filosofía de Platón las verdades absolutas existen por sí mismas en las esferas celestes. En ese cielo vuelan también las almas antes de descender sobre los cuerpos. Durante ese vuelo, que es el sueño eterno, las almas quedan imantadas por esas ideas metafísicas y nuestro pensamiento solo es la forma de volver a soñarlas. 

No me gusta el cielo de Platón porque allí no está mi caja de gusanos de seda que criaba de niño ni la bicicleta Orbea que me llevaba a la playa. Todos tenemos derecho a construirnos la propia eternidad, no con verdades absolutas, sino con las sensaciones placenteras que la experiencia nos haya regalado a lo largo de la vida. 

Si creara el cielo a mi antojo, allí tendría que haber un garito lleno de humo donde Miles Davis tocara blues y yo pudiera fumar de nuevo Lucky Strike sin que me perjudicara, puesto que sería ya inmortal. No muy lejos estaría Albert Camus sentado en una mesa del Café Flore de París, con gabardina blanca, escribiendo un artículo para Combat, el periódico de la Resistencia. Esas mujeres desnudas de Matisse que danzan en círculo agarradas de las manos liberarían la misma sensación de felicidad bailando en una pradera y yo las conocería por sus nombres. 

Sería imprescindible que más allá de las nubes hubiera una estación de tren, aunque solo fuera para que esta vez Ingrid Bergman acudiera a la cita con Bogart en su huida hacia Casablanca, mientras en los andenes otros amantes se besarían con lágrimas entre humo de carbonilla. 

En el cielo de Platón no existe ninguna taberna del puerto donde sirvan la cerveza muy helada. Habría que inventarla. En ella algunos marineros con muñones de tiburón me contarían historias de navegaciones señalando sobre una carta náutica la travesía hacia una isla con acantilados de mármol. 

Si pudiera también me llevaría el cielo a la niebla de un cuadro de Turner para los momentos de melancolía y el sonido de las chicharras a la hora de esas siestas de amor en verano que te dejan al despertar un hilillo de baba en la mejilla feliz. Tampoco sería nada la eternidad sin mi libreta de apuntes de tapas azules. En el garito de jazz, mientras la trompeta de Miles Davis hablara, bajo una densa luz color fresa repasaría alguna nota que en ella escribí un día: cualquiera que sea mi destino, siempre habrá para nosotros un punto en las estrellas. 

Sentada junto a la barra del garito entonces descubriría que una mujer sonríe con una copa en la mano y cómo Ingrid Bergman, después de mil años, también había acudido a la cita.


dijous, 23 de gener del 2014

Sin cura ni remedio, solo un microcuento

Siempre escuchando música. No sientes hartura. Debes estar enfermo, le dijo ella. 
Ese es el problema, que cuando no estoy enamorado de ti, lo estoy de una canción, le contestó él. Y así no hay quien se cure. 




diumenge, 19 de gener del 2014

Luces

Son apenas milésimas de segundo lo que uno tarda en darse cuenta de que la luz es inestable. Parpadea, como algunas estrellas; desaparece, como otras cuando mueren; late, también, como ese músculo que siente y que padece, que ama.
Se apaga, se enciende, y apenas tarda. Artificial o natural, pero luz. Lo notas cuando más lejos está. Allí, en el horizonte, casi rozando la inmensidad de un cielo protector, tanto como el azul balsámico del mar, como la playa en enero. Pero hay que fijarse mucho para darse cuenta. Y sentir, a veces, vértigo al observarlo. Y paz, mucha paz.

Último Sol de 2013 - Valencia